Con esta expresión, el Concilio Vaticano inculca a los fieles la gran tarea que los corresponde, de usar correctamente de los bienes materiales o temporales, que no debían ser nunca obstáculos sino medios legítimos que los lleven a Dios.ĩ. Honra mucho a Dios el que toma en cuenta su omnipresencia, el que rectifica sus acciones porque Dios lo ve.Ĩ. Actualizar la presencia de Dios: «Dios me ve», solían decir los antiguos, o «¿a dónde podré huir lejos de tu prestancia?»,confiesa el Salmista. No atribuir a Dios lo que es puramente natural o físico, aunque parezca maravilloso, ni llamar divino lo que es simple obra humana o parece misterioso, para no caer ni en la superstición ni en el ocultismo.ħ. Venerar y apreciar santamente las personas, lugares y objetos o cosas directamente relacionadas con Dios o con su culto, evitando toda profanación o sacrilegio.Ħ. Usar su nombre con respeto, con reverencia como algo verdaderamente santo, tan sagrado que en tanto es santificado, en cuanto nos santifica.ĥ. Entenderlo, aunque nunca lograremos comprenderlo cabalmente, nuestro conocimiento de Dios habrá de ser progresivo, buscando que nuestra inteligencia se vaya enriqueciendo, iluminando más con Él nunca agotaremos su conocimiento, ni alcanzaremos a penetrar en todos sus misterios.Ĥ. Conocerlo, saber quién es, distinguirlo de los demás seres, darle su lugar en el orden de nuestros conocimientos, establecer su dignidad como ser supremo de Excelencia total.ģ. Reconocerlo, aceptar su existencia, descubrirlo como autor de todos los seres, no vivir como si Dios no existiera.Ģ. En lugar de una sola reflexión meditativa acerca de esto, voy a enumerar 10 cosas prácticas de los muchos aspectos que sugieren.ġ. Evidentemente, «Santificar su nombre», nos hace declarar nuestra obligación de honrar a Dios, ¿cómo honramos a Dios?. Después de la introducción tan bella que ya consideramos, la primera expresión de nuestra oración es: «santificado sea tu nombre». Por eso, voy a continuar comentando para ustedes, cada una de las frases verdaderamente profundas que contiene y que al decir de los grandes Doctores, incluyen y abarcan todo, absolutamente todo lo que el hombre necesita decir a Dios, porque quedan como propuestas en 7 expresiones, que bajo el número septenario, bíblicamente indican universalidad o totalidad. He ido advirtiendo que las reflexiones sobre el Padre Nuestro, nos ayudan a todos a reconocer las muchas enseñanzas que Jesús, nuestro Maestro, nos dejó con la suprema lección que nos dio al componer su oración. En cuanto a Dios, a quien ya la designación de Padre lo ha acercado al corazón humano, su dignidad divina y su naturaleza perfectísima, piden que lo reconozcamos en su lugar propio e indiscutible es el Ser Supremo, el que está por encima de todo y de todos en el Cielo. Las palabras siguientes: «que estás en los Cielos», nos enseñan a mirar rápidamente hacia la doble dirección del Dios que es nuestro Padre y del hombre que es hijo de Dios. Sigamos considerando la introducción al Padre Nuestro, que como hemos visto nos presenta la máxima lección de nuestro Maestro Jesús y contiene insospechadas revelaciones. Así entenderemos mejor la belleza de la naturaleza humana, si la sabemos poner en relación con su autor, nuestro Padre. Esta palabra ya no sólo define a Dios, como con su carta de presentación identifica también al hombre como con su credencial de identidad: Hijo de Dios, hermano de todo hombre.Ĭon cuánta claridad vemos que este «nuestro», es indicador de que todos los hombres somos iguales, todos somos hermanos y todos somos libres y están tan inter-relacionados tales dones, que uno no subsiste sin los otros, sino que se requieren y complementan mutuamente, igualdad gracias a la misma dignidad otorgada a todos por nuestro Padre fraternidad, gracias a la relación de hermano en que me coloca llamar «nuestro» al que todos llaman Padre libertad, gracias a los mismos derechos y obligaciones que nacen de disfrutar la misma herencia y patrimonio de nuestro Padre. A una distancia de 2,000 años de cultura cristiana, no podemos menos que admirar el alcance y la profundidad que tiene el. ![]() Con esta frase introductoria: «PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS…» Jesús no sólo coloca el frontispicio majestuoso que nos conduce a Dios por la oración, sino que nos da la más completa respuesta al «conócete» a ti mismo como lo pedía la inscripción nostálgica y filosófica, colocada en la portada clásica del templo de Delfos.
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